El tren especial desaparecido (en el original inglés, The Story of the Lost Special) es una historia breve escrita por Arthur Conan Doyle. Se publicó originalmente en The Strand Magazine, como parte de su serie Round the Fire en agosto de 1898. Posiblemente se insunía que un personaje secundario en la historia es el personaje de Doyle, Sherlock Holmes, aunque su nombre no se emplea, y no proporciona la solución del misterio.
El modo narrativo de la historia es en tercera persona, subjetivo, aunque no se identifica al narrador.
Argumento[]
La historia narra la desconcertante desaparición de un tren de alquiler privado en su viaje de Liverpool a Londres el 3 de junio de 1890. Aparte de la tripulación del tren, el conductor, el bombero y el guarda del tren, los únicos pasajeros son dos sudamericanos. Se confirma que el tren pasó por Kenyon Junction, pero nunca llegó a Barton Moss. Las únicas pistas son el cadáver del ingeniero encontrado entre las vías del tren más allá de Kenyon Junction y una carta de los Estados Unidos que supuestamente proviene de uno de los tripulantes del tren desaparecidos.
Las autoridades no descubren ningún rastro del tren. Una carta al Times de "un razonador aficionado de alguna celebridad en esa fecha" se extrae en un momento, cuyo estilo sugiere que el autor es probablemente Sherlock Holmes. Esta "autoridad reconocida sobre tales asuntos" sugiere que el tren y sus pasajeros fueron eliminados por una organización criminal comparable a la Camorra, al dirigirse primero a una de las vías sin usar de las minas abandonadas que se encuentran cerca.
La propuesta es objetada, aunque los objetores no tienenninguna alternativa concebible. Sin embargo, las autoridades responsables no actúan sobre la propuesta y el público nunca muestra ningún interés, ya que un escándalo político ya atrajo su atención. Ocho años después, un genio criminal llamado Herbert de Lernac, cuya ejecución está prevista para Marsella, confiesa el crimen, revelando detalles que son solo ligeramente diferentes de lo que propuso el detective aficionado. Herbert suprime los nombres de sus empleadores en esta confesión, pero amenaza con revelar sus nombres si no se le consede el peldon.